El primero se llevó a cabo en torno a 1870, producto del cual son la Alameda, las actuales Avenidas y vías adyacentes. El mar llegaba hasta el arranque de la calle Velázquez Moreno.

Pero la ciudad seguía sin las infraestructuras portuarias que precisaba. Ni siquiera existieron proyectos hasta que, corriendo 1910, se presentó el que sería trascendental Plan Cabello, de la autoría de Eduardo Cabello Ebrentz, ingeniero por entonces al frente de una maniatada Junta de Obras del Puerto, obras que no brillaban por su ausencia. Un proyecto que no pudo entonces salir adelante debido - la misma vieja historia - a las maniobras políticas del Norte: desde A Coruña querían seguir aprovechando en su beneficio un puerto de Vigo que, aunque sin muelles, con los barcos fondeados en la Ría, con importante movimiento; pero que carecía de dependencias de Aduanas  -se inauguraron en 1940 -, que se encontraban en A Coruña, a donde iban los ingresos.

Tan sólo operaba un precario muelle de hierro de propiedad particular, que resultó destrozado por un temporal en 1922, y entonces la ciudad sí se rebeló clamando por la necesidad de muelles. Es decir, los vigueses pidieron con fuerza los imprescindibles rellenos.

Reclamaciones ciudadanas que al fin fueron atendidas por un gobierno fuerte, el de Primo de Rivera, que en 1924 aprobó las dotaciones estatales para la puesta en marcha del Plan Cabello. Lo que motivó que al general le fuera dispensado un gran recibimiento en la visita que el aquel año realizó a la ciudad.

Los rellenos pudieron comenzar. Sin embargo, diversas circunstancias históricas y posteriormente la guerra civil paralizaron unas obras que únicamente se reanudaron con el nuevo régimen político. Tarde, aunque en buena hora, se llevaron a cabo los grandes rellenos del Berbés; de todo Orillamar, hasta Bouzas; del muelle de trasatlánticos; y del extenso espacio del Areal, en la época una franja arenosa, sucia y maloliente, sobre la que se habían asentado las antiguas fábricas de salazón.

Posteriormente, en los 60, se consiguió realizar el espectacular relleno de Bouzas, sin el cual no permanecería en Vigo la planta de PSA Peugeot Citroën ni existiría una potente industria auxiliar de automoción. Un relleno del que dependen más de veinte mil familias.

También, sin el relleno del Berbés nuestro puerto nunca se hubiera situado como uno de los más importantes del mundo en pesca. Y sin el muelle de cruceros no contaría ahora la ciudad con ese tráfico estacional que es tan importante para su comercio.

Como sin el gran relleno del Areal de los años 50 no contabilizaríamos el considerable movimiento de contenedores que permiten la exportación e importación de mercancías. Unas instalaciones cuya ampliación inaugurada recientemente es fundamental para permitir el atraque de los actuales enormes buques portacontenedores

Sin estas grandes superficies ganadas al mar Vigo no sería la ciudad que ahora vivimos, sino una pequeña localidad litoral de escasa industria.

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