Policarpo Sanz y José García Barbón fueron muy destacados hombres de negocios y banqueros en la Cuba deminónica, los artífices financieros del gran edificio que fue la esplendorosa sede del Centro Gallego en aquella época y que hoy ocupa, para orgullo de la nación, el Gran Teatro de la Habana, cuya gran figura alada sobre una de sus torres quizás quisiera en su momento señalar el camino del retorno.

Ambos contribuyeron de manera muy notable al desarrollo de Vigo a comienzos del Siglo XX. Al igual que Antonio Sanjurjo Badía y otros que regresaron de la Gran Antilla. Como también, a otra escala, funcionarios con familia que dejaron la isla tras la independencia y pequeños comerciantes que fueron regresando a lo largo de las siguientes décadas, cuya mezclada identidad genética caribeña permanece bien presente en la ciudad tras generaciones.

José García Barbón, una de las figuras más prominentes de aquella colectividad gallega y uno de los hombres más acaudalados, decidió liquidar todas sus posesiones en 1884 y volver a Galicia. Para, tras una estancia de diez años en su Verín natal, radicarse definitivamente en Vigo y ejercer de gran benefactor de la ciudad hasta su fallecimiento, en 1909.

A su entierro acudieron, según las crónicas, veinte mil personas, prácticamente la mitad de la población, puesto que aun no se había anexionado Lavadores.

COMO UNA AVENIDA DE CUBA QUE ATRAVIESA LA CIUDAD

Como gran filántropo también es recordado Policarpo Sanz, quien, habiendo nacido en Marín hijo de viguesa, en nuestra ciudad pasó su infancia. En Cuba comenzó como empleado de banca. Coetáneo y amigo de García Barbón, protagonizó una gran carrera financiera en la capital cubana y posteriormente en Nueva York, para fallecer prematuramente en París en 1889. Muchos años más tarde, a la muerte de su esposa, Irene Ceballos, en 1935 su gran legado fue para la ciudad que tanto amaba desde la distancia. Vigo le debe el Instituto de Santa Irene y el Hospital Municipal, hoy Nicolás Peña.

El caso de Sanjurjo Badía, natural de Sada, es diferente, pues, aunque también se le recuerda como gran benefactor de la ciudad, lo fue de otra manera. Durante unos años tuvo un pequeño taller en La Habana; y cuando en 1859 regresó a Galicia, todavía muy joven, quiso radicarse en Vigo para, tratándose de un emprendedor imparable e imaginativo, con los años convertirse en uno de los grandes industriales de la ciudad.

La mayor preocupación de Sanjurjo Badía fueron siempre los trabajadores, de modo que introdujo en La Industriosa, su fundición, mejoras sociales y laborales avanzadísimas para aquellos tiempos. Por eso su entierro, en 1922, fue tan multitudinario como el de García Barbón, parando todos los talleres de Vigo.

Ninguno de los tres, ni Policarpo Sanz, ni García Barbón, ni Sanjurjo Badía, habían nacido en Vigo. Fueron, sin embargo, tres hombres esenciales, cada uno a su manera, para el desarrollo de la ciudad.

Nada más apropiado, pues, que el eje central urbano que se prolonga desde la Puerta del Sol a la subida a La Guía lleve en sucesión sus nombres, como una gran avenida que, de alguna manera, se construyó desde Cuba.

VIGUESES CON LINAJE AFROCUBANO

José García Barbón, soltero, no tuvo descencia directa; pero sí su hermana Carlota, cuyos cuatro hijos fueron los herederos del prócer y portaban genética procedente de Cuba.

Mulato subido - en la peculiar y extensa catalogación que manejan los cubanos - era Moisés Alvarez O`Farrill, hijo de la afrocubana de curioso nombre y apellido irlandés Clara O´Farrill y del orensano Manuel Alvarez, quien regresó de Cuba en 1922 para en 1927 fundar la industria cerámica Manuel Alvarez e Hijos. A partir de los años cuarenta el crecimiento de la fábrica fue imparable. Y en los primeros sesenta, bajo la dirección del mulato Alvarez O´Farril, ya como Grupo de Empresas Alvarez, llegó a contar con cinco mil trabajadores.

Por encima del Astillero Barreras, aquella fue la gran empresa de la ciudad, en cuanto a empleo el gran precedente del PSA Peugeot-Citroën.

No solo los Alvarez y los descendientes de García Barbón. Son numerosas las familias viguesas, en buena parte de tradición comerciante, ya se apelliden Pérez o García, que cuentan con ascendientes afrocubanos. Está por escribir la intensa relación de Vigo con Cuba durante la colonia y después de 1898, en un prolongado nexo en extremo beneficioso para nuestra ciudad.

B.C
 

Ver también:

MOISÉS ALVAREZ

ANTONIO SANJURJO BADÍA

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