El agraciado joven de la foto tomada en torno a los años veinte del siglo pasado es <b>Antonio Valcarce García</b>. Si en 1903 no llega a escaparse del seminario de Lugo los silos de la antigua Panificadora no mirarían hoy al mar. Tampoco, muy probablemente, hubieramos sabido nada de Julio Fernández Gayoso, Manuel Rodríguez Vázquez o Manuel Pérez Alvarez, que quizás ni siquiera hubieran llegado a existir. Es una historia muy de Vigo.

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Un Vigo que comenzó a convertirse en una especie de ciudad del Oeste en el Siglo XVIII con la llegada numerosos colonos catalanes procedentes de la Costa Brava, que por entonces era una costa pobre, alejada y aislada de Barcelona, de pescadores de supervivencia. Estos esforzados salazoneros no eran buscadores de oro sino que venían en procura de la plata de las sardinas de nuestras costas.

Unos colonos a los que llamaron "fomentadores" y que montaron sus campamentos e ingenios de salazón en el Areal. Pero la ciudad atraía también a otros aventureros en busca de fortuna procedentes de muy distintas geografías, desde La Rioja hasta Zamora, bastantes de ellos comerciantes que habían comenzado como ambulantes algunoss de los cuales se convirtieron después en propietarios de muy principales establecimientos.

El dinamismo y posibilidades de desarrollo de la ciudad también provocó el retorno de emigrantes naturales del interior de Galicia que habían reunido un capital y que decidieron regresar con el objetivo de convertirse en destacados empresarios en su tierra.

En esta ciudad historias de aventureros empresariales no faltan.

UN SEMINARISTA QUE QUERÍA IR A CUBA Y TERMINÓ POR HACERSE CON EL MONOPOLIO DEL PAN EN VIGO

Precisamente hacer las Américas en la emigración era el sueño de Antonio Valcarce; pero tuvo otra suerte: nacido en 1988 hijo de una familia numerosa de campesinos pudientes con casa grande en Ferreira de Pantón, cerca de Monforte de Lemos, uno de once hermanos, en 1903 y con quince años de edad decidió escapar del seminario de Lugo y venirse a Vigo para embarcar rumbo a Cuba, que ese era su objetivo.

Aquí tenía un padrino, un padrino real, de los de bautizo, que no le proporcionó el dinero para el pasaje y además lo convenció para quedarse en una ciudad floreciente y poderosa, en pleno impulso de crecimiento, con industrias conserveras, metalúrgicas y astilleros y en la que abundaban las oportunidades.

Asi que, de la mano del padrino, comenzó a trabajar en una panadería. No sólo aprendió pronto el oficio sino que en 1913 se casó con la hija de un panadero para, posteriormente, montar con un socio su propio negocio y hacer la competencia al de su familia política. Se llamaba La Espiga de Oro.

NACE LA PANIFICADORA VIGUESA Y COMIENZAN A LLEGAR A VIGO GENTES DEL SUR DE LUGO

Convertido en empresario, Antonio Valcarce siempre iniciaba sus empresas con socios de los que posteriormente prescindía. Así ocurrió con la Panificadora Viguesa, que se constituyó en 1920 y comenzó a funcionar en la calle Falperra.

Cuatro años más tarde, ya levantados los silos para almacenamiento del grano, en 1924 se inauguraron las nuevas instalaciones con la más avanzada maquinaria importada de Alemania. La Panificadora Viguesa era la planta productora de pan industrial más moderna de España.

Una buena parte de sus trabajadores los trajo Valcarce de su tierra, la Tierra de Lemos, también de los muy próximos escarpados lugares de Os Peares. Así llegaron a Vigo, entre otros muchos, los padres de Julio Fernández Gayoso; de Manuel Rodríguez Vázquez, más conocido por Manolo Rodman, que siempre aparece por todas partes, un personaje que resulta inevitable; y de Manolo Pérez, el que fue alcalde Vigo entre 1995 y 1999.

Algunos terminaron montando sus propias pequeñas panaderías, como los progenitores de Manuel Rodríguez y de Manolo Pérez

LA GUERRA CIVIL Y LA POSTGUERRA SUPUSIERON UN GRAN IMPULSO PARA EL NEGOCIO DEL PAN

De Antonio Valcarce dicen que era un hombre paternalista, autoritario y muy de derechas.

Lo cierto es que tras el levantamiento militar de 1936 La panificadora se convirtió en proveedora del ejército sublevado, de los cuarteles, de todas las instituciones y también de los campos de concentración que funcionaron en la provincia.

Con la postguerra La Panificadora comenzó a vivir su mejor época mediante el casi monopolio de la comercialización de pan en Vigo, al tener asignadas la práctica totalidad de las cartillas de racionamiento.

VALCARCE SE HACE CON LA COMPAÑÍA DE TRANVÍAS

El transporte en la extensa geografía de Vigo y sus alrededores estaba magníficamente vertebrado por el servicio prestado por la Compañía de Tranvías que había comenzado a funcionar en 1914.

Los tranvías debían ser un buen negocio; pero la guerra supuso un duro golpe para la empresa que entró en graves dificultades económicas, lo que aprovechó Antonio Valcarce para, entre 1940 y 1942, ir comprando títulos de diversificados accionistas, en ocasiones por los métodos propios de la época, casi siempre muy convincentes. Así hasta hacerse con la mayoría.

Ya principal accionista de la Compañía de Tranvías, muchos de los antiguos empleados víctimas represaliadas de la contiernda, Valcarce volvió a acordarse de sus paisanos. De esta manera, como había ocurrido en La Panificadora, cientos de personas de la Tierra de Lemos arribaron a Vigo en esta caso para convertirse en tranviarios, labor que ejercieron durante dos décadas como conductores y cobradores a bordo de aquellos ruidosos vehículos que prestaban un imprescindible servicio.

AL FINAL LA PARADOJA ACOMPAÑÓ A LA RUINA

Con la lenta recuperación económica fue decreciendo el número de cartillas de racionamiento, que terminaron por desaparecer. Y a comienzos de los sesenta ya se liberalizó el precio y el comercio del pan. Panificadora Viguesa había perdido su monopolio, las instalaciones que habían sido las más modernas del país se encontraban obsoletas y el término de la gran aventura empresarial de Antonio Valcarce estaba cerca.

Si Panificadora iba mal, otro personaje muy franquista, con fuertes lazos internos con el régimen, Rafael Portanet, fue designado alcalde en 1964. Y se empeñó en que Vigo sustituyera los tranvías por otra red de transporte urbano compuesta por autobuses. Lo que sucedió en el año 1968, cuando concluyó la concesión de la Compañía de Tranvías.

La paradoja, si así se quiere, es que en ello intervino de manera destacada Julio Fernández Gayoso, hombre al servicio y de máxima confianza de Portanet, su antiguo contable al que el nuevo regidor de la ciudad había colocado al frente de la Caja Municipal de Ahorros.

Como ya se dijo, Julio Fernández Gayoso nació en Vigo - en el año 1931 - porque a sus padres los había traído Antonio Valcarce a la ciudad desde su pueblo de Sober. Ahora era uno de sus verdugos.

Tras lo de Tranvías, la Panificadora, mediante diversos nuevos emprendimientos tales como harinas industriales, fue dando boqueadas de supervivencia hasta que en 1980 la empresa no tuvo otro remedio que suspender pagos.

Antonio Valcarce García, el ex seminarista que había querido ser emigrante pero que se convitió en el rey del pan y en el amo de los tranvías, había fallecido dos años antes, en 1978, a los noventa de edad.
También fue principal accionista del poco duradero Banco de Vigo y socio de Vidrios de la Florida.


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